Para Isabella Mebarak el arte es una cosa de los sentidos. Lo siente, le corre por las venas y aflora a través de sus dedos, con los que se pasea sobre lienzos para dar vida a los cuadros que expone. Isabella es barranquillera. Nació el 30 de julio de 1998, en el seno de una familia amorosa que la apoya en su decisión de ser artista. El gusto apareció en la infancia. Estando muy niña, los padres de la pequeña Isabella veían en ella una niña diferente, con una gran sensibilidad frente al mundo y con la virtud de la observación porque “la pintura y el dibujo es eso, aprender a observar”. De hecho, a medida que iba creciendo, crecía con ella la capacidad de explorar el mundo a través de la mirada profunda, de hacerse preguntas y rebelarse frente a ciertas situaciones de injusticia.
Es por eso que sus cuadros expresan a gritos formas de rebelión hacia el consumismo, el individualismo, la guerra y otras maneras en las que el ser humano destruye el mundo y se destruye a sí mismo. Mebarak, de 25 años, vive en Estados Unidos, país en el que ha aprendido a expresar resistencia a través de sus pinturas. Para eso se encierra en su residencia, en Nueva York, lugar en el que pasa a solas la mayor cantidad de tiempo para trabajar en sus próximas obras. Ese encierro tiene mucho que ver también con su personalidad introvertida, pues pese a que parece lo contrario para quienes la ven a través de sus redes sociales, a Isabella le cuesta salir del “caparazón”, como ella misma lo llama, para mostrarse ante el mundo. Lea aquí: Mayté Montero: la cartagenera que recorre el mundo con su gaita
Aunque desde pequeña se mudó a Estados Unidos junto a su familia, Barranquilla tiene un sentido especial en su vida y es la ciudad a la que siempre retorna para contagiarse del calor del hogar. “Cuando vives en otro país, extrañas el lado colombiano, porque acá son más cálidos, pero también extrañas la comida, la familia y la naturaleza”, contó a propósito de su visita a Cartagena para promocionar la exposición ‘Magia, muerte y un poquito de suerte’, que se llevará a cabo el próximo 14 de junio con el apoyo de la Fundación Juan José Payares Bustos. Será en el Palacio de La Proclamación.
El arte como causa social
Cuando la madre de Isabella estaba embarazada, le gustaba pasar las horas pintando sobre lienzos, lo que nunca imaginó fue que esa sería la semilla que sembraría en su hija. “Cuando ella era una bebé yo la dejaba en pañal, le ponía un delantal plástico y la ponía a pintar una pared para que me dejara pintar”, contó entre risas Ileana, su mamá. Luego, cuando la niña terminaba embarrada de pintura, Ileana la llevaba al baño y le lavaba cada uno de los dedos; y así hacía siempre. Mientras crecía, Isabella encontró la forma de darle a su arte un sentido social a través de subastas en las que el dinero recaudado era donado a una causa específica, como ayudas al pueblo palestino. En el caso de Colombia, Isabella sueña poder impactar positivamente otras vidas a través de sus obras, es por eso que el dinero recogido durante la inauguración de la exposición en Cartagena será usado para las brigadas médicas de la Fundación Juan José Payares Bustos, una organización que ofrece una amplia gama de programas que incluyen alimentación, salud, entretenimiento, cultura y deporte para niños, además de talleres de emprendimiento para padres de familia. Lea aquí: Juan Cruz está cumpliendo el sueño de la pantalla grande
En este caso, las ayudas serán destinadas a cubrir los gastos de las brigadas médicas para la comunidad de Galerazamba, en el municipio de Santa Catalina, Bolívar.
Publicidad
El peso del Mebarak
Con el mismo apellido y ciudad de origen, para cualquiera sería fácil intuir que Shakira se atraviesa en el árbol genealógico de Isabella. Más aún, no solo se atraviesa, sino que la intérprete colombiana más importante de todos los tiempos es su tía y mentora. Como sobrina la admira, y como artista vive orgullosa de la carrera que ha consolidado con su voz y su sensibilidad.
“Es una tía divina, me contesta cualquier pregunta que tenga, me da consejos y hasta me da ropa”, contó en medio de risas. De alguna manera, Isabella revive la Shakira pelinegra que conocimos durante sus inicios. Esta comparación no la ofende, pues tiene claro que comparte con su tía las mismas insatisfacciones sociales a las que quieren plantarse de frente. Ese mismo deseo de subversión lo eleva a la pintura mientras que Shakira a la música. Sin embargo, y muy a pesar de que llevar el Mebarak encima pueda ser sinónimo de presiones y exigencias al ser artista, Isabella tiene muy en claro que lo más importante es permanecer fiel a su esencia, la misma que le ha permitido conectar con los sentimientos de quienes se ven reflejados con sus cuadros. “No me comparo, solo hago lo que debo hacer y ya”, reflexiona. Lea aquí: Conozca a Nelson Herrera, el alma del Parque Centenario
En su cuenta de Instagram la siguen más de 40 mil personas, quienes, sin saberlo, la han alentado a seguir construyendo cuando ha perdido el sentido. En los próximos meses, la barranquillera seguirá estudiando y perfeccionando su técnica en el cuarto neoyorkino en el que le ha dado vida a su sensibilidad.