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Columna

Canoas en el arroyo

AARON ESPINOSA ESPINOSA

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“Negros, hijos de su mala madre”, escribe una lectora de este diario a los habitantes de Arroyo de las Canoas, quienes bloquearon la Vía del Mar por la no entrega de ocho aulas que la empresa distrital Edurbe debió concluir hace ocho meses.

Recordé las célebres greguerías del español Ramón Gómez de la Serna, en especial esta de ingenio hiriente: “La muerte es hereditaria”. Si acaso con el propósito de cantarle al absurdo vital, las greguerías se consideran un género iniciado por Gómez de la Serna, quien las construyó a punta de cabriolas conceptuales y metáforas aparentemente inocuas.

Piruetas, sí, como las de la comunidad de Arroyo de las Canoas, que se repiten para que les terminen una escuela y les doten el puesto de salud. Sí, metáfora absurda de la indolencia extendida a la ‘ruralidad’ de Cartagena, donde el tiempo pasa, la pobreza rompe los ojos, y el Estado, como el agua o el gas, casi ni llega.

Así lo señala un estudio de la Universidad Tecnológica de Bolívar, auspiciado por la empresa Equión Energy, que da los resultados del diagnóstico participativo y la situación socioeconómica de esta localidad y otros 14 corregimientos y veredas de Cartagena, un territorio sobre el que poco informan el DANE y el Distrito.

En Arroyo de las Canoas la pobreza por falta de ingresos golpea al 67% de sus pobladores. En su forma más extrema, el hambre, afecta a 28 de cada 100 habitantes. Son cinco veces más pobres que la Cartagena urbana, aunque menos que las gentes de Bocachica (68%) y Tierrabomba (86%).

El futuro se restringe en Arroyo de las Canoas. La escolaridad es, en promedio, de 7,3 años de educación y muy pocos terminan el bachillerato; 25% de las adolescentes han estado embarazadas.  

Las prioridades de esta comunidad son salud, educación y formación, ingreso y trabajo y habitabilidad. Esta escala se nota en su visión de desarrollo: “Contar con una mejor infraestructura social, acceso a la educación, formación y trabajo en un ambiente de convivencia y seguridad”. Este anhelo de desarrollo se repite, con matices, en las comunidades investigadas por la UTB.

La conclusión del estudio aguija la reflexión: si creíamos que las distancias entre la Cartagena rica y la pobre se ampliaron en las últimas décadas, si el ingreso, la propiedad y los activos se concentraron, deberían aparecer en escena las enormes brechas entre lo urbano y lo rural.

La imagen de mujeres con sombrillas sentadas en la carretera, impidiendo el tráfico, muestra lo contradictoria que es la vida según Gómez de la Serna: la misma vía que ha traído progreso a muchos, se convirtió en la ‘herencia de muerte’ que aún se puede intervenir. Así es el desarrollo en Cartagena.

*Profesor del Programa de Economía, UTB

aespinosa@unitecnologica.edu.co

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB o a sus directivos.

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