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Cultural

Un sanjuanero quiere revolucionar el modelo educativo

Jesús Polo es docente de básica primaria de un colegio en Itagüí, Antioquia, lugar en el que busca implementar un modelo basado en el respeto.

Un sanjuanero quiere revolucionar el modelo educativo
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“Un sanjuanero en Bogotá, un sanjuanero en Bogotá”, cantaba alegremente el joven en medio de la multitud que se aglutinaba para entrar a una estación de Transmilenio en el centro de la ciudad. Las caras de esa tarde fría eran tristes, gestos de un cansancio evidente a esa hora del día en la que todo el mundo quiere volver a casa con prontitud. Pero a Jesús poco le importaba porque estaba cumpliendo el sueño de estudiar una maestría, convirtiéndose en el primer hijo que alcanzaría ya no solo un título profesional sino un posgrado, un logro impensable para él años atrás.

Jesús Polo Posso nació en San Juan Nepomuceno, un municipio de los Montes de María y su lugar favorito para haber nacido porque no hay nada que lo haga más feliz que el dulce sabor de una galleta ‘María Luisa’. Los años de su niñez fueron tan adorables como sacrificados porque su madre sacó adelante a sus seis hijos con un puesto de fritos, lo que la obligaba a despertarse a las tres de la mañana y al advertir sus pasos, el pequeño Jesús no podía evitar ir detrás suyo. Calculaba diez o quince minutos desde que ella salía, se cepillaba los dientes, se bañaba y una vez cambiado salía por la puerta del patio con la llave que su madre dejaba en la casa. Tan pronto la mujer descubría la travesura del niño, le pedía que le ayudara a tender los manteles en las mesas y “le lavaba los platos, barría el negocio y le ayudaba a fritar los chicharrones”. Lea aquí: Yo vi tres luces negras: película que narra el conflicto armado de Colombia

Este acto poco después le trajo problemas en el colegio porque comenzó a llegar tarde todos los días, tanto que en una ocasión le prohibieron la entrada hasta que se presentara un adulto responsable. “Él no viene tarde porque se despierte tarde, él es un niño que se levanta a las cuatro de la mañana, pero soy una mujer sola que atiende un negocio así que el hasta que no me barre, no me trapea y no me saca las mesas no se va a alistar para el colegio”, le dijo la mamá a la directora y hasta ese día fue el problema.

Estudió en la Escuela Normal Superior de los Montes de María, institución que prepara a los estudiantes para convertirse en docentes, por lo que no pudo huir de ese propósito colectivo y tan pronto culminó el bachillerato graduado como docente de preescolar y básica primaria, intentó ingresar a una universidad para cursar una carrera de licenciatura pero las cosas no se dieron a su favor así que pidió un crédito de Icetex y estudió Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano Seccional Caribe.

Se convirtió en el primer hijo profesional de la familia. //Foto: cortesía.
Se convirtió en el primer hijo profesional de la familia. //Foto: cortesía.

El motivo de su escogencia era sencillo, además de su inclinación natural por la comunicación, era un gusto compartido junto a su mamá, pues ya que el tiempo para estar juntos era tan escaso por las labores del día, en las noches se sentaban en las sillas del negocio y veían el noticiero de las siete: “yo quería estudiar algo que me diera la misma satisfacción de estar con mi mamá sentado en el negocio de fritos viendo la televisión”, narró. Durante los cuatro años de carrera pulió su escritura y mejoró notablemente su expresión corporal y se encontró de frente con su propósito más personal: ser maestro. Lea aquí: El fragor del viento, el mar y el bullerengue en la obra de Diana Restrepo

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En el último semestre de la carrera empezó a estudiar la maestría en Ciudadanía y Derechos Humanos en la Tadeo de Bogotá, con la decisión de darle un enfoque desde su vocación de docente, por eso su “tesis está basada en la básica secundaria, entendiendo que los jóvenes en esa etapa enfrentan muchos cambios y muchos de ellos terminan en conductas de bullying porque se enfrentan a un contexto distinto al que tenían en primaria”.

Para eso se ingenió un currículum especializado en fomentar el desaprendizaje de conductas naturalizadas en las aulas pero que afectan gravemente la autoestima de los niños y niñas durante los años en los que están construyendo su identidad.

Uno de los principales hallazgos durante su investigación fue la cantidad exacerbada de estudiantes que son víctimas de violencia económica al no tener el mismo poder adquisitivo de los otros y “eso es un motivo por el que muchos niños reciben burlas al no tener los mismos útiles escolares, cosas tan sencillas como que no tienen libretas con stickers ni pueden comprar el libro o el diccionario”. No obstante, para Jesús, dichas conductas se pueden modificar a través del aprendizaje de derechos humanos. Lea aquí: Las campanas de la Catedral de Magangué volvieron a sonar después de 40 años

Aula de clases en la que Jesús ejerce su labor como docente. //Foto: cortesía.
Aula de clases en la que Jesús ejerce su labor como docente. //Foto: cortesía.

A los dieciséis años Jesús había sido diagnosticado con desnutrición proteicocalorica severa y anorexia nerviosa, por lo que durante varios años llevó un control con un grupo interdisciplinario conformado por especialistas de medicina general, nutrición, psicología y psiquiatría, debido a que en el colegio sufría silencioso las burlas de parte de los otros niños y al llegar a casa no se llevaba una cucharada de comida a la boca. Esto rápidamente le pasó factura desencadenando un desequilibrio en la conducta alimenticia y un trastorno que convirtió en una lección de vida. “Creo que los casos de bullying como el de Sergio Urrego que lo llevó hasta la muerte y muchos otros que hay aquí en Colombia sí tienen reversa”, comentó convencido.

Pero no sería hasta inicios del 2024 cuando la vida lo bendijo con una cargo de docente en un colegio público de Itagüí, Antioquía, luego de ser seleccionado en el Concurso Docente del Ministerio de Educación Nacional y cumplir el sueño que lo llevó desde San Juan a Bogotá y de Bogotá al Valle de Aburrá. Lea aquí: Dos costeños le siguieron las pistas a un corresponsal picotero de Cartagena

En su aula tiene cuatro alumnos con diagnósticos de diversidad funcional: ataxia cerebral, trastorno del espectro autista y déficit de atención con hiperactividad. “Mi alumno con diagnóstico de ataxia se desplaza con la ayuda de un aparato con ruedas que le permite hacerlo. Me gusta verlo sonreír mientras corre, también cuando juega con sus demás compañeros y que sean ellos quienes le ayuden cuando no pueda realizar un tipo de actividad”, expresó.

En esos pequeños instantes siente no solo alivio sino felicidad, de saber, de pensar, que a lo mejor hay algo que esté haciendo bien y que esos niños y niñas que hoy corren detrás de un balón, mañana serán jóvenes con la capacidad de llenar el mundo de empatía.

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