El domingo fueron las elecciones al Parlamento Europeo y pasó más o menos lo que se esperaba: el centro-derecho ganó las elecciones, pero no obtuvo una mayoría suficiente; el centro-izquierda quedó segundo; la extrema-derecha subió, pero no tanto como ellos esperaban; y el Parlamento quedó lo suficientemente dividido como para que, de nuevo, sea necesario un pacto transversal entre centro-derecha, centro-izquierda y liberales para gobernar el continente. En Francia, el Presidente Macron, centro-derecha, se pegó un batacazo y ha convocado elecciones legislativas para finales de este mes. En Alemania el partido gobernante de centro-izquierda quedó tercero siendo adelantado por la extrema-derecha, que quedó segunda. En Italia ganó la extrema-derecha de la Primera Ministra Meloni. Y en España ganó el centro-derecha, pero el centro-izquierda del Presidente Sánchez quedó cerquita, siendo minoritaria la extrema-derecha.
Quizá, la noticia con más recorrido de todas las que dejó la noche electoral, se produjera en Francia. Pues quedó primera la extrema-derecha de Marine Le Pen, que lleva toda su vida aspirando a gobernar la República y que parece ahora más cerca que nunca. Primero habrá de ganar las legislativas. Probablemente, sí. Con lo que parece posible que tenga lugar una cohabitación entre un Presidente de centro-derecha y una Primera Ministra de extrema-derecha. Dicen las malas lenguas que esa es la estrategia de Macron: adelantar las legislativas, permitir la victoria de Le Pen, hacer que gobierne y sacar así a la luz sus carencias, su inexperiencia y su falta de capacidad para dirigir un país. Si le sale bien la jugada, la extrema-derecha se hundirá en las futuras presidenciales. Pero, si le sale mal y la extrema-derecha gobierna bien, la posibilidad de hacerse con la Presidencia sería real. Y una Francia con Le Pen de Presidente cambiaría radicalmente la Unión Europea.
En el fondo, es lo que todos tememos, que tarde o temprano los populistas se harán con el poder en Francia o en Alemania y entonces será cuando venga lo divertido. Frente al modelo de Estado social de Derecho que ha propugnado la UE en las últimas décadas, una victoria populista en los países centrales del continente podría llevar a un cambio de modelo. ¿Y eso que consecuencias tendría? Bueno, pues que más le vale a todo el mundo tener el color de piel, la religión y el acento adecuados. Porque, en caso contrario, su vida es probable que se vuelva mucho más emocionante.