Amigo, cuánto tienes, cuánto vales. Principio de la actual filosofía. Amigo, no arriesgues la partida. Tomemos este trago, brindemos por la vida. Brindemos por la vida pues todo es oropel”. (Jorge Villamil).
En medio de un caluroso reencuentro con unos colegas de Huila, a los cuales conocí en un congreso en Cartagena, me preguntaron, aprovechando a un dueto de guitarristas de esos que están en cada esquina, qué canción del interior del país me gustaría que tocaran. Y yo sin titubear dije: Oropel. Todos la cantamos al unísono no solo una sino varias veces, y entre lágrimas y risas fueron apareciendo historias que de una u otra forma nos conectaban con esta obra maestra del cancionero colombiano, del maestro Jorge Villamil, que recoge de manera magistral en tan solo tres estrofas lo efímero y poco transparente de las relaciones humanas; donde las apariencias, los intereses, las deslealtades, las traiciones y los desengaños parecen ser una constante cruel en el devenir de nuestras vidas
Consultando a la RAE, el Oropel, es: “cosa de poco valor y mucha apariencia. Lámina de latón, muy batida y adelgazada, que imita al oro”. De lo anterior se colige que, como el viejo adagio, no todo lo que brilla es oro, pero en definitiva las apariencias pueden engañar y allí precisamente esta el desvalor de la baratija, en que se convierten algunos seres humanos cuando, por conservar un estatus o un empleo, o el reconocimiento público, traicionan amistades, pisotean sentimientos o simplemente son indiferentes frente a las injusticias. El oropel no es exclusivo de los ambientes políticos o sectarios, ya que su brillo falsario se instala tanto en la familia, como en los sitios de trabajo, donde rotundamente, se convierte en pieza clave de ascensos, comités de aplausos y conveniencias que van convirtiendo poco a poco, a estos pobres seres en pedazos de hoja lata. Esto coincide con lo expresado por el orador y político romano Cicerón: “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”.
El precio que hay que pagar por decir la verdad, por tomar vocerías ajenas, muchas veces desdeñadas, es la soledad, matizada con la indiferencia de aquellos que piensan que siempre van a conservar ese brillo ficticio. Pero no hay error más craso que pensar que el ego humano es la palanca que mueve al mundo, ya que precisamente es lo que lo está hundiendo cada vez más.
Quitémonos las máscaras, aprendamos de los niños a ser honestos y mostrarnos tal cual somos, pero sobre todas las cosas dejémonos de tantas mentiras que, como el Oropel, tarde que temprano su naturaleza sin valía saldrá a la vista de todos y terminará mostrándose oscuro, barato y fugaz. Solo la verdad trasciende aún bajo la mirada esquiva de aquellos que no desean conocerla.