En medio del candente debate político sobre la reforma a la salud, se presta poca atención al principal problema del sistema de salud en Colombia: no hay recursos suficientes para atender todas las solicitudes de salud de la población. ¡No hay cama pa’ tanta gente!, cantaba el Gran Combo de Puerto Rico.
Cuando se habla de recursos para la salud, la plata es el principal faltante pero no el único; se necesitan más médicos, enfermeras, personal auxiliar, puestos de salud, camas de hospital, equipos de cirugía y de diagnóstico, insumos hospitalarios, medicamentos, etc. A pesar de gastar en salud cerca del 8% del PIB, Colombia no tiene la cantidad suficiente de ninguno de esos recursos para garantizar el derecho universal a la salud.
Cuando la demanda de cualquier bien o servicio es mayor que la oferta disponible, se produce algún tipo de racionamiento y asignación de los recursos escasos. En el caso de la salud se da de varias formas; la más brutal es la del capitalismo salvaje: tienen acceso a los servicios los que pueden pagar por ellos.
Cuando el Estado es quien financia, como sucede en los países europeos, la forma de racionamiento son la colas y los tiempos de espera. Por eso, según datos de la OECD, en España un paciente debe esperar 129 días para un reemplazo de cadera, y 142 días para un reemplazo de rodilla; mejor que en Portugal, donde son 241 y 300 días, respectivamente. En Chile, el 90% de los pacientes tuvieron que esperar más de 3 meses para estas cirugías.
Dos tendencias agravan el déficit financiero del sistema de salud: la primera, que cada día hay tecnologías y medicamentos nuevos que son más eficaces pero que son más costosos que los anteriores. El segundo, que la demanda de servicios ha crecido mucho más rápido que el aumento del PIB, por factores como el envejecimiento de la población, la ampliación de procedimientos cubiertos por el sistema o los abusos de los usuarios. Así, en lo corrido del siglo la demanda de servicios per cápita ha crecido cerca del 40%.
Entre 2019 y 2022 el número de atenciones tramitadas por las EPS (desde medicamentos y consultas médicas hasta trasplantes de corazón) pasó de 714 millones a 784 millones, lo que ha llevado a que los cerca de $90 billones que reciben sean insuficientes para los pagos que tiene que hacer a las IPS, y tengan pérdidas que para los últimos años se estiman en $8.2 billones.
El debate sobre las EPS no resuelve el problema. Se equivoca el Gobierno cuando piensa que acabándolas va a ahorrar plata para disminuir el déficit; se equivocan quienes las defienden pensando que manteniéndolas como están el sistema de salud va a funcionar mejor. Mientras no se destinen nuevos recursos para el sistema y se haga un esfuerzo por controlar los excesos y los abusos del gasto, la alternativa para muchos pacientes será la que cantaba el gran Combo: Pa’ fuera, pa’ la calle.