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Editorial

Lunares en el centro

“Para rematar, se expidió un nuevo decreto que debilita aún más el control social. ¿Quiénes están detrás de esa jugada? Otro lunar es el olor insoportable que dimana de manholes por las aguas residuales represadas en tuberías...”.

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Es indiscutible que el Centro amurallado ha sido el sector de la ciudad que más consentimiento ha merecido de la actual administración... ¡y con razón! El casco histórico es la joya de la corona de Cartagena, el polo de atracción del turismo que sostiene a buena parte de nuestra población y la sede donde se concentran los despachos oficiales más importantes. Sin embargo, a seis meses desde que se inició con denuedo su recuperación, padece de viejos lunares que merecen mejor atención, de entre los que en esta ocasión podemos señalar los siguientes:

Tal como lo denunció recientemente el colectivo de residentes Somos Centro Histórico, está desbordado de obras ilegales, al punto que la percepción generalizada es que no existe ninguna autoridad ejerciendo control.

Es importante que se preste atención a esos desmanes urbanísticos, pues son precisamente en esas obras en las que luego se acoge a la clase de turismo que espanta a las familias cartageneras. La proliferación de obras que inician su ruta incumpliendo las normas que protegen el patrimonio histórico daña gravemente la reputación de Cartagena. ¿Hay grupos económicos dedicados a transformar los inmuebles para promover actividades que generan ruido y violan los derechos de los vecinos y, lo que es peor, a promover el turismo depredador de menores y la trata de personas?

Además de que las obras se adelantan sin autorización, otras exceden torticeramente los límites de lo autorizado. Los vecinos instauran procesos administrativos, pero en la práctica no existe respuesta, pues el tiempo pasa y las obras concluyen con desfachatez.

Grave que esas obras estén transformando el paisaje patrimonial del Centro Histórico, siendo la mayor afrenta la elevación de las alturas de los inmuebles. Para rematar, se expidió un nuevo decreto que debilita aún más el control social. ¿Quiénes están detrás de esa jugada? Otro lunar es el olor insoportable que dimana de registros o manholes por las aguas residuales represadas en las tuberías, debido a las grasas que introducen los muchos restaurantes; y nada tiene que ver con la intrusión de las mareas por el alcantarillado pluvial, que no producen malos olores.

Conviene que se asigne al Centro Histórico un vehículo de presión-succión y también considerar que la solución del efecto de las mareas se podría resolver con válvulas de retención, para evitar el ingreso de agua salada por los imbornales del sistema pluvial, lo que podría encargarse a Acuacar. Lo de los malos y fuertes olores se combatiría con un mantenimiento permanente de limpieza del alcantarillado sanitario en el Centro Histórico. El costo-beneficio se justifica de lejos, pues con un pequeño equipo de presión-succión se mantendría limpio con suficiencia. Lo otro es que el cien por ciento de los restaurantes tengan trampas de grasas efectivas, lo que debería exigir el Distrito a través del Dadis y EPA.

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